¡El telefonito es una necesidad!
Juré por un puñado de cruces que no la llamaría más por dicharachera de verdades sin sentido. Pero es que ella es de esas personas que te hace creer en lo que dice, disfruta de ese don desde mucho antes de yo conocerla. Y eso era justo lo que necesitaba, creer en algo o por lo menos oírla creer.
Con la voz entrecortada, igual que mi orgullo, pronuncié un aló que ni yo entendí. Por el otro lado una voz tan atorrante, de esas que intentan ser “fiznas” responde con un aló también. Indudablemente, era Virginia.
—¡Hola Virginia!, es la corronchita
—¡Mi vida! [acompañado del cantadito correspondiente]¿Cómo estas?, ¿qué es de tu vida?
Sin muchas precisiones, un “bien” fue la respuesta, y para mantener la nota protocolar, un “¿y tú?” fue necesario. Fue a partir de este punto cuando comenzó la historia. Quisiera decir que fue una conversación de a dos, pero no. Lo suyo fue un monólogo. Un monólogo telefónico de dos horas de duración contándome los pormenores de su placentera vida, obra y gracia que se estaba viendo opacada por la situación política del país donde la cigüeña borracha de las comiquitas la dejó caer.
—Te cuento mi corronchita, manténme el secreto, porque esto me lo dijo un amigo, que conoce un vecino, que su hermano es full amigo de una mujer que viajó con unos de los que más se codea con estos de la política. Llegó un momento en el que perdí la secuencia, pero me mantuvo la intriga. Pues resulta, mi niña, que el air bus está en rampa cuatro del Aeropuerto de Maiquetía, el tipo se va pa´ Cuba. Al parecer agarraron a Barreto ahí mismo, tratando de irse con un maletín llenito de dólares. Mientras tanto, del otro lado tienen secuestrada a toda la familia del candidato de la unidad. Niña, no salga de su casa, porque Bernal ya soltó sus hordas a la calle. Los marginales esos van a empezar a saquear y a matar. Todo esto no lo has oído porque la nueva inversión del presidente, “por ahora” de turno, fue para comprar todas las agencias internacionales hasta la del Vaticano y aquí todo se tiene bajo perfil.
Y así llenó dos horas de conversación con cuentos que se encadenaban con otros. Me había pintado un paisaje, al que decidí ponerle mi confianza de que podría pasar; mientras tanto, seguía a la espera de un resultado que alegrará a unos y entristecerá a otros, y mantendrá neutrales al resto. Pero a los minutos, ella misma me dijo:
—Ya dieron los resultados, y no lo puedo creer. Pero, hay que esperar que alguien de cualquier bando hable.
No pasó mucho tiempo, digo yo, y Virginia, con un sobresalto dijo que pusiera Globovisión para ver al maracucho. Estuvimos las dos mudas, de cada lado, por un largo rato, oyendo pura respiración acelerada. Pero las palabras del amigo no lograron nada ni dar un esbozo de esperanza a quienes lo habían apoyado. Nos quedan seis años con el Presidente que puede ser todo lo que queramos y que ha dejado de ser todo lo que necesitamos.
“¡Oh luna!, que brilla en diciembre, se oye el rumor de un cañonazo”. Así como recita este aguinaldo, esto es lo más seguro que se espera, el cañonazo de estas navidades, a menos que me digan que me van cambiar semejante evento, total, cualquier cosa se puede esperar. Qué angustia sin sentido, buscamos tanto algo diferente que nos mantuvimos iguales. Esta vez Virginia no me hizo creer en nada diferente, pero me dio a entender que todo el mundo puede inventarse su rumorcito y aquí les va el mío: Hay más de tres containers en La Guaira de la importación hecha más reciente, ponche de crema Light.
Tan oficial como tu historia Escuchando por aquí, hablando por allá y sorprendiéndose por todos lados, descubriendo que el universo tiene más de siete maravillas, cinco sentidos y dos posibilidades de observarlo, conforman el prólogo de esta historia que cuento. Entre pintadedos, plastilinas y juguetes, se inicia este primer capítulo. Donde los ositos cariñosos son los héroes y la muñeca Sandy, la compañera reticente. Para la niña protagonista de esta historia, el tiempo transcurría sintiéndose millonaria, no sólo por poseer debajo de la almohada de su niñez las auténticas monedas de chocolates, sino que contaba con partidarios de su vida: sus padres. El tiempo hizo crecer a la niña, su cuota de sueños, su cuota de errores; ya el sueño no era ser la sirenita sino convertirse en alguien grande. Los años hicieron de la niña una gigante, eso lo dice ella; pero mantiene dentro un aroma a juguetes y plastilina que deja salir de vez en cuando. De sus sueños, uno se hizo fuerte y constante, tanto que la hizo asumir cambios que no se hubiesen dado sin la osadía de ese sueño, y más en estos momentos: Querer ser Periodista. Muchos de los cambios vinieron a raíz de esta idea, cambios de ciudad, cambio de forma de pensar, cambio de ritmo. Ella aprendió a bailar al ritmo que le tocaba Caracas, la ciudad destino. Un ritmo que ella describe como una especie de joropo mezclado con reggateon y jazz, pero al que ha sabido agarrarle el paso luego de varios tropiezos y caídas. La soñadora ha aprendido muchas cosas, como que las iniciales de la ONU no significan Organización Nada Útil, a derrumbar su propio muro de Berlín. A amar a Saramago y Olga Dragnic. A vibrar con Leonardo Padrón, Mónica Montañés y Mario Vargas Llosa y disfrutarlos como cuando se lee Mafalda, Ana Frank y Benedetti. Ha afianzado su distinción por las cosas sencillas con Aquiles Nazoa y las menos sencillas de su credo. Se propuso hace algún tiempo alimentar su vida con asombro, humor, ternura, bondad, dignidad, sueño y esperanza, recorriendo todos los espacios posibles —y aún los imposible— con la maravillosa propuesta de seguir haciéndolo. Tiene la palabra terca tatuada en la frente, con uno que otro toque de necedad; sin embargo, le han servido para salir de varios de esos traspiés, muchos dados en el camino sin retorno del periodismo. Y dispuestas a enfrentarlos nuevamente. Esta historia es la mía, sólo un plano de vuelo, ¿Quién dijo que no era oficial por no estar en un libro?. Es oficial por el simple hecho de contarla yo misma, nadie la vive y la conoce mejor que yo. Suena un poco descabellado, pero que ideal sería combinar cada una de las historias llamadas oficiales con las vividas por sus protagonistas para hacer una verdadera historia registrada.
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